Deshabituación tabáquica


El tabaquismo es una enfermedad crónica y recidivante que actualmente supone una causa muy importante de mortalidad. Se estima que cada 10 segundos se produce una muerte relacionada con el consumo de tabaco en el mundo. La esperanza de vida de una persona de 30 años que fuma 2 paquetes de tabaco diarios es de 8 años menos que la de una persona no fumadora. Además, esta adicción supone el 40-45% de todas las muertes por cáncer y el 90-95% de las muertes por cáncer de pulmón. De la misma manera, se encuentran porcentajes muy elevados cuando se relaciona el tabaquismo con las muertes por Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), enfermedades vasculares y enfermedades cardiovasculares, siendo uno de los factores de riesgo más importantes.

En personas con hipertensión, diabetes y niveles elevados de colesterol y triglicéridos, el consumo de tabaco aumenta el riesgo de padecer otras enfermedades ya que son una nueva causa de agresión sobre la pared de las venas y el funcionamiento del corazón.

Cuando una persona fuma un cigarro se generan dos corrientes de humo diferentes, la principal y la secundaria. La primera es la que inhala el fumador y va directamente a sus pulmones, y la segunda es la que se desprende del cigarro y que puede ser inhalada por las personas que se encuentren alrededor. Al contrario de lo que se pueda pensar, muchas de las sustancias tóxicas se encuentran en mucha más cantidad en la corriente secundaria.

En ambas corrientes hay más de 4.000 compuestos diferentes identificados, causantes de problemas vasculares, cáncer, procesos irritativos y adicción al tabaco. Debido a que en la zona de incandescencia se llega a más de 800 ºC de temperatura, las sustancias que llegan a los pulmones de la persona fumadora no son ni la mitad, ya que muchas se degradan con el calor. En la corriente secundaria esta temperatura no es tan elevada, es por eso por lo que hay muchas más sustancias que en la principal. De hecho, el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca aumenta en un 25% en aquellas personas expuestas al tabaquismo pasivo.

Los compuestos identificados en el humo del tabaco se encuentran en fase gas y en aerosoles sólidos. Las partículas gaseosas se difunden por los pulmones, se absorben y finalmente se acaban eliminando. Las partículas sólidas, en cambio, por mucho que sean muy pequeñas acaban filtrando y quedan retenidas en los pulmones, activando procesos que derivan en la progresión de enfermedades trombóticas que pueden llegar a ser mortales.

La nicotina es el principal componente adictivo del tabaco. Al llegar a la concentración máxima en sangre a los 10 minutos de haber consumido un cigarro, su potencial adictivo es muy elevado. Una vez la nicotina pasa por el hígado para ser eliminada, se genera un compuesto derivado llamado cotinina que se utiliza para monitorizar aquellas personas que consumen tabaco, ya que se puede detectar en orina hasta 3 días después de haber fumado el último cigarro.

El tabaquismo presenta numerosas consecuencias negativas a medio y largo plazo. Entre las enfermedades del tabaquismo más habituales cuales se encuentran:

  • Bronquitis crónica: es la enfermedad más común de las personas fumadoras. Se caracteriza por tos y expectoración que puede durar meses.
  • Enfermedad coronaria.
  • Accidente vascular cerebral.
  • Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC): más del 70% de los casos son atribuibles al tabaquismo.
  • Cáncer de pulmón y otros tipos de cáncer (laringe, oral, esófago).
  • Complicaciones en el embarazo: las madres que consumen tabaco durante la gestación tienen riesgo de dar a luz a su bebé con un peso inferior al recomendado, además de presentar enfermedades respiratorias y aumentar el riesgo de muerte súbita del lactante.
  • Úlcera gastroduodenal: el riesgo de padecer esta patología es el doble en una persona que fuma, además de verse retrasado el proceso de cicatrización de la úlcera.
  • Adicción y síndrome de abstinencia: la nicotina tiene un efecto adictivo muy potente.
  • Efectos sobre el fumador pasivo: los niveles de exposición a las sustancias tóxicas del humo de un cigarro son menores pero el humo de la corriente secundaria contiene concentraciones superiores de tóxicos.

También relacionado con el tabaquismo, es importante conocer la diferencia entre los 4 conceptos básicos que definen a una persona en función del consumo de tabaco que ha hecho a lo largo de su vida:

Persona Categoría Definición
No fumadora No fumadora Persona que nunca ha fumado o no lo ha hecho de forma regular en ningún momento
Exfumadora Exfumadora Persona que ha dejado de fumar y hace más de 12 meses que es abstinente
Dejando de fumar Fumadora en proceso Persona que actualmente fuma de forma diaria
Fumadora

-Fumadora diaria

-Fumadora ocasional

- Persona que actualmente fuma de forma diaria

-Persona que fuma actualmente pero no de forma diaria

En función de la situación de cada paciente, la deshabituación tabáquica se puede dirigir por dos vías distintas. Además, hay que tener en cuenta que el tratamiento en hombres y mujeres no siempre es el mismo ya que la nicotina no actúa igual en ambos géneros.

Terapia sustitutiva: parches de nicotina, chicles, caramelos, etc.

Terapia farmacológica: con vareniclina o bupropión.

Los parches de nicotina se venden en dos formatos, para 24 h y para 16 h. Se utiliza un parche por día durante 8 semanas en total, aunque este tiempo se puede alargar según necesidad. Se deben aplicar sobre piel sana y cambiar la localización del parche cada día, sin repetirla durante una semana. Pueden causar algunas reacciones cutáneas y, en caso de haber insomnio, se recomienda el uso de los parches de nicotina de 16 h ya que dejan un descanso de 8 h durante la noche. También pueden ocasionar dolor de cabeza, náuseas, palpitaciones y vértigos y están contraindicados en personas que padecen dermatitis generalizada, ya que la piel debe estar sana para poder colocar el parche.

Otra alternativa a la terapia sustitutiva con nicotina son los chicles y los comprimidos que se deshacen en la boca. Se deben masticar o aguantar en la cavidad bucal, respectivamente, hasta que se note un sabor picante, es entonces cuando hay que colocarlo entre la mejilla y las encías para que la nicotina se absorba a través de la mucosa de la boca. Cuando desaparezca este sabor se deben masticar o colocar sobre la lengua de nuevo y cambiar de mejilla cada vez. Cuando se ha utilizado el chicle o el comprimido durante 30 minutos se puede desechar.

Por último, existen los espráis bucales, un formato de rápida absorción que no debe aplicarse más de 64 veces o pulverizaciones al día. Son muy sencillos de utilizar, se debe introducir en la boca bien abierta la boquilla del dispositivo y apretar hasta notar el espray. Es aconsejable evitar tragar saliva durante los segundos posteriores a la aplicación del producto. Con los días de utilización de este producto se puede notar una sensación de quemazón, hormigueo o inflamación y cambios en la percepción de los sabores.

Las 3 últimas presentaciones, los chicles, los comprimidos y los espráis se administran durante unas 8-12 semanas, comenzando generalmente con una dosis fija las primeras semanas que posteriormente se irá reduciendo poco a poco hasta su retirada. En caso de no hacer un correcto uso de estos productos se pueden producir náuseas, ardor, dolor de cabeza, aftas en la boca o la garganta. Están contraindicados en personas con esofagitis por reflujo, úlcera péptica activa, enfermedades cardiovasculares agudas o inestables y los chicles de nicotina además en personas con prótesis dentales.

En aquellas personas que no sea suficiente con una única opción de las 4 explicadas para la deshabituación tabáquica, cabe la posibilidad de llevar a cabo un tratamiento con parches de nicotina y presentaciones por vía oral (chicles, comprimidos y espray) como dosis de rescate. En estos casos el número de dosis del tratamiento escogido por vía oral deberá ser inferior a 10 al día y se debe reducir gradualmente hasta su eliminación.

Lo más importante cuando una persona quiere iniciar la deshabituación tabáquica es que esté plenamente mentalizada y decidida de que lo va a hacer. Además, deberá seleccionar un día en concreto para empezar el tratamiento que se haya escogido.

En contra de la creencia social, es posible llevar a cabo el proceso de deshabituación tabáquica sin ganar peso, aunque es cierto que muchas personas ganan una media de 2-4 kg de peso cuando dejan de fumar. No obstante, generalmente nadie pasa de un peso normal a padecer una obesidad patológica. Este aumento de peso puede producirse por diferentes motivos: los cigarros disminuyen la sensación de hambre, se pueden sustituir por alimentos con alto contenido calórico por la ansiedad que genera el proceso, se reduce el gasto energético cuando se deja de fumar ya que la nicotina aumenta la cantidad de calorías que el cuerpo necesita cuando se está en reposo. Para aquellas personas que se pregunten cómo dejar de fumar sin ganar peso excesivamente, se recomienda seguir una serie de pautas dietéticas que ayudaran en el proceso, aparte de seguir una dieta equilibrada y saludable:

  • Evitar picar entre horas.
  • No abusar de los aperitivos y las gominolas.
  • Introducir o incrementar la actividad física.
  • Ingerir una adecuada cantidad de líquidos y evitar los zumos con azúcares añadidos.
  • Limitar la ingesta de azúcares refinados.
  • Comer con moderación y evitar comidas muy copiosas.
  • Controlar el consumo de alcohol.

Existen numerosos beneficios de dejar de fumar y que sirven como motivación para iniciar el proceso de deshabituación tabáquica. Sea a la edad que sea, dejar de lado esta adicción tiene multitud de beneficios, pues pocos minutos después de dejarlo ya se observan cambios en el ritmo cardíaco y en la presión arterial. Además, a corto plazo mejora el aspecto de la piel, desaparece la tos típica del fumador y se recuperan el gusto y el olfato que se habían perdido. También se nota una mejoría importante en la función pulmonar y la circulación sanguínea.

A medio plazo desaparecen algunos síntomas como la congestión nasal, la persona se nota con más energía y disminuye el riesgo de infecciones ya que los pulmones recuperan la capacidad que tenían para eliminar el moco hacia el exterior.

A partir del año de abstinencia el riesgo de infarto o enfermedad coronaria se reducen a la mitad y 5 años después, el riesgo de ataque cardíaco es similar al de una persona no fumadora. También disminuye la probabilidad de padecer un ictus y varios tipos de cáncer. No obstante, las personas que han desarrollado EPOC a causa del tabaco no notan mejoría de los síntomas ya que es una enfermedad degenerativa, pero si que se puede retrasar notablemente la evolución de la sintomatología.

A grandes rasgos, con la deshabituación tabáquica también mejora la imagen social, el autocontrol y la autosatisfacción, se disfruta de más salud y calidad de vida, se incrementa la esperanza de vida, etc. Además del ahorro económico que supone dejar de fumar. En general se puede decir que 15 años después de dejar de fumar el riesgo de mortalidad se equipara al de las personas que no han sido fumadoras nunca.

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